sábado, 16 de octubre de 2010

1ª parte: Un Domingo peculiar.


Era Domingo y tenía ganas de hacer algo distinto, fuera de común. No quería pasar otro día aburrida en cada, lamentándome como todo el mundo porque un Domingo no haya nada que hacer…Así que fui a buscar la bicicleta al trastero la cual estaba tapada con una sábana vieja y ésta, estaba llena de polvo y telarañas. La quité y la sacudí un poco. Luego limpié los barrotes de la bici y el sillín porque seguían manchados de polvillo (es lo que tiene estar tanto tiempo guardada sin usarse). Cuando ya estaba todo en perfecta condiciones, agarré el manillar de la bici y salí a la calle. No era el día más estupendo del mundo con un sol radiante, pero tampoco era un día tristón de nubes negras. Es más, me gustaba que hiciese así la verdad.

Unos metros más adelante, en el semáforo de la calle, me monté en la bici y para comenzar así mi ‘’peculiar Domingo’’ en busca de algo nuevo, de aventuras mejor dicho. Me dispuse a cruzar la calle que conducía hasta un gran descampado donde estaba segura que poca gente podría encontrarle interesante. (Pues he de admitir que tengo la manía de observar todo con detenimiento, como con lupa, y percibir cosas y detalles que tal vez a simple vista el resto no sepa ver, no se den cuenta o carezcan de importancia para ellos). Unos minutos antes de llegar al destino que me había fijado para ese ‘’peculiar Domingo’’, mientras iba pedaleando y tarareando una canción, el viento agitaba mi pelo y me impedía ver con claridad. Lo cual originó una grandiosa caída, en la que me hice un poco de daño en la rodilla, pero que si alguien hubiera sido testigo diría todo lo contrario…pues como siempre me empecé a reír yo sola como una tonta. Y es que no era para menos, había perdido el equilibrio de la manera más absurda posible y muchas veces ese tipo de cosas es mejor tomárselas con cierto humor.

Después de este pequeño suceso, una vez que volví a incorporarme en mi ruta estipulada, tras unos minutos más pedaleando y tarareando la misma canción de antes (y con cuidado de que el viento no me volviera a jugar otra mala pasada con mi pelo), llegué a mi destino: Mi querido, olvidado y solitario descampado.

No hay comentarios: