Apoyé la bici en la pared y yo me senté en el suelo. Con la cabeza entre las piernas, la lluvia de fondo y mi mente maquinando. ¡Menudo domingo de mierda!- me dije a mi misma. Realmente había superado todas mis expectativas, ya nada podía hacer que cambiase de opinión…pero me equivoqué.
Aunque el caso es que en ese momento me daba igual. Lo único que hice fue abrazarle. No me salía ni una triste palabra ni tampoco sabía qué decirle. (Tras unos segundos abrazados me separó de su cuerpo, me cogió de las manos, me miró fijamente a los ojos y me pidió que no dijese nada hasta que terminase de hablar, y así lo hice).
Me dijo que llevaba desde por la mañana en la estación pero que como por la mañana también estuvo lloviendo decidió meterse en el acceso subterráneo de la estación que hay para cruzar a al otra vía. Y pensó que así, fuera lo que fuese lo que le ataba a ese lugar…le acabaría encontrando. Luego se dio cuenta de que no tenía porque ser así como el pensaba y que por eso decidió salir fuera y me vio. Se alegraba mucho de verme por allí y quería acercarse a saludarme porque ese presentimiento y esa atracción que sentía por aquel lugar se hizo más fuerte. Pero quiso ponerme aprueba, poner el destino aprueba y comprobar si lo que había sentido el domingo pasado era cierto o era una mera ilusión.
Desde ese mismo instante en que vio mi sonrisa por primera vez sabía que yo era eso que estaba esperando, pero no lo veía posible. Podía ser una simple casualidad, no podía ser tan real ni tan cierto como que el destino juntase a dos personas de esa manera. Pero eso le hizo pensar que si de verdad era yo lo que estaba esperando desde hace tanto tiempo, tendría que volver. Por eso, al verme, su teoría se confirmó. Pero simplemente por asegurarse del todo...decidió ver cuánto sería capaz de esperarle (si es que realmente había acudido de nuevo por él o por era por otro motivo).
Cada hora que pasaba estaba más seguro de todo pero tenía miedo de salir y toparse con la realidad de que no fuesen las cosas como esperaba y le empezaron a llegar las dudas. P
ara cuando se decidió a salir, la tormenta había comenzado y se dio cuenta de que ya no estaba ahí sentada. Vio como me alejaba con paso torpe y triste. Como si en realidad no quisiese marcharme y eso le provocó un fuerte pinchazo en el corazón.
-‘’Esto es todo’’- terminó diciendo.
(Me quedé con una cara de idiota impresionante al escuchar su relato. ¿Cómo era posible que hubiese hecho todo eso por mí? Realmente era increíble...pero ya había sido bastante incrédula como para seguir en las mismas. Tenía que decirle algo ya, o se iba a pensar cualquier cosa lejos de la realidad.)
Así que le miré vergonzosamente y le dije que yo también sentí algo el otro día y que por eso decidí volver. Porque nunca me había sentido tan a gusto con nadie y necesitaba volver a verle.
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Después de esto no tuvimos que decirnos nada más, pues se acercó y me plantó un beso.
Un beso de esos que después de ellos no hace falta añadir nada más.
Un beso de esos que te dejan sin aliento y te quedas con ganas de más.
Un beso de esos que confirman que no será el último, que habrás más.
Por eso desde aquel día algo cambió en sus vidas. Dejaron de ser dos para ser
uno. Las palabras no fueron necesarias pues los gestos hablaban por si solos.
De esta manera es como comenzarían a escribir un nuevo capítulo en sus vidas.
Donde a pesar de las adversidades, conseguirían llegar a lo más alto.